blog de economía

viernes, 18 de diciembre de 2009

FINALIZACIÓN DE LA CUMBRE CLIMATICA

A. MADRIDEJOS / M. VILASERÓ
COPENHAGUE ENVIADOS ESPECIALES
La cumbre del clima de Copenhague se dirigía ayer hacia el abismo cuando, casi inesperadamente, se hizo la luz al final del camino. El cansancio acumulado, los animosos discursos de algunos dirigentes mundiales y el dinero, siempre el dinero, obraron el milagro. Los negociadores se pusieron manos a la obra y ahora se espera que esta mañana presenten un nuevo texto de consenso que pueda ser firmado por todas las delegaciones. Nada garantiza el éxito, pero al menos todo ello sirvió para diluir el pesimismo que se respiraba en el palacio de convenciones Bella Center.
Lo único que anoche estaba claro es que solo un acelerón de última hora, con cientos de delegados en vela, podría salvar unas negociaciones que empezaron hace nada menos que dos años. «Estamos en una carrera contrarreloj, pero con el convencimiento de que aún hay tiempo», resumió la secretaria de Estado española de Cambio Climático, Teresa Ribera. La última sesión plenaria con la presencia de los jefes de Estado o de Gobierno empieza hoy a las tres de la tarde. «Vamos a trabajar en cuanto acabemos de cenar», insistió anoche el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en referencia a la cena de gala para los dirigentes que había convocado la reina de Dinamarca.
Hubo avances evidentes. La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, anunció que su país está dispuesto a sumarse a un fondo anual de 72.000 millones de euros para que los países en desarrollo puedan hacer frente a los efectos del cambio climático, pero no precisó qué porcentaje le correspondería.

EVITAR DESPILFARROS Clinton, además, vinculó toda posible ayuda a que una organización internacional controle el destino del dinero, lo que evitaría despilfarros en asuntos poco climáticos, y a que todos los países computen sus emisiones de igual manera. «No habrá acuerdo sin
transparencia», recalcó la jefa de la diplomacia. También enfatizó que los destinatarios serían «los países más vulnerables», en un claro aviso de que China no será una de las beneficiarias. Pekín se niega a que nadie le verifique su sistema energético.
La UE y Japón no solo han anunciado su propósito de sumarse al fondo de 72.000 millones, una cantidad que se alcanzaría a partir del 2020, sino también una ayuda de urgencia para los tres próximos años de 7.200 y 10.000 millones, respectivamente. Las cifras se incrementarán de forma progresiva. La delegación europea considera que la aportación pública oscilaría entre el 15% y el 30%, pero el resto se tendría que obtener a partir del mercado de compraventa de emisiones, impuestos en el comercio, tasas en la navegación aérea o cualquier otra «fórmula imaginativa», como declaró Sarkozy.
Según informó la ministra danesa de Medioambiente, Connie Hedegaard, las negociaciones se reanudaron tras 72 horas sin progresos cuando los delegados del G-77 (países en vías de desarrollo) aceptaron la formación de dos grupos restringidos de 50 personas, representantes de todos los demás, para definir los dos documentos esenciales de la cumbre: una prórroga del protocolo de Kioto –es decir, nuevos esfuerzos reductores para los ricos– y un documento amparado por la convención de la ONU que fijaría los objetivos de las naciones en desarrollo y de EEUU, que aún no ha ratificado el tratado de 1997.

LA HORA DE FIRMAR Si no surgen más problemas, el resultado serán dos textos con cifras concretas sobre reducción de emisiones y sobre ayuda financiera, aunque siempre entre corchetes (pendientes de aprobar). Y a los jefes de Estado y de Gobierno solo les tocaría decidir. Las posturas, eso sí, siguen enfrentadas: «Esto no es un juego en el que deban guardarse las cartas en la manga», dijo Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil, quien destacó que su país, con menos medios que otros, obtiene el 45% de su energía de fuentes renovables y es la primera potencia en biocombustibles.
Un portavoz de EEUU insistió: «Volver con un acuerdo vacío será peor que volver con las manos vacías». «Corremos el riesgo de catástrofe», concluyó Sarkozy.

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